Entrevista a
Juan Tata Cedrón sobre la Cantata del Gallo Cantor. Fragmento del libro “Cuarteto Cedrón. Tango
y Quimera” (Corregidor, 2010)
En la obra del
Cuarteto existen dos producciones discográficas que plasmaron una visión de lo
que se vivía políticamente en Argentina en los años 70: Del Gallo Cantor. Cantata (1973) y Suertes (1977). Se reproduce a continuación una entrevista
realizada en el año 2006 sobre la primera de ellas. La conversación arranca
sobre la génesis de la Cantata
del Gallo Cantor, que evoca, entre otros hechos, la masacre de Trelew.
Habla Juan
Cedrón:
- Yo tenía una
copia de esos poemas que todavía no estaban publicados. Eran copias a máquina.
Juan solía darme poemas que estaba escribiendo, me los hacía leer. En este caso
me dio todo el paquete, eran poemas que estaba escribiendo en ese momento.
Entre esos poemas había uno que se refería a Trelew, los otros no. Quise hacer
la cantata. Hice la selección, le di un orden a los poemas, les puse música.
Todas esas canciones fueron hechas en un mismo momento, en pocos días, dos,
tres, cinco días. Mi idea era unir las canciones aunque se trataba de canciones
separadas. Las junté después de una manera bastante elemental, según lo que me
parecía que podía tener un ritmo. No quise caer en lugares comunes, encadenarlo
todo como si se tratara de una sola obra. Se trata más bien de pequeños
cuadros, están cortados, están puestos unos al lado de otros y los tocamos sin
esperar. Se puede hacer de otra manera si por ejemplo es necesario que haya una
unión musical entre los temas.
- ¿Cómo trabajaste con los otros músicos?
-
Los arreglos fueron hechos por los cuatro en conjunto, con César, Miguel y
Sarraute. Siempre traje temas muy elaborados desde el punto de vista de la
parte cantada y de la estructura armónica, traía ideas sobre lo que debían ser
los ritmos y tocándolos salían cosas. Después se los daba, trabajábamos juntos,
iba definiendo “esto sí, esto no”, y el arreglo lo hacíamos tocando. Tocábamos
de memoria, sin escribir, tocábamos todo el día, los aprendíamos, éramos
jóvenes, no nos fallaban las neuronas.
Hice
esos temas, los presentamos en Rawson. Tiempo después fuimos a Europa. Ahí
grabamos en el estudio Davout. Fue la primera vez que grabamos en París.
François Rabbath participó con el contrabajo en uno de los temas. Era un gran
amigo, lo habíamos conocido en Argentina en 1971 con Paco Ibáñez, había estado
con nosotros en el Taller de Garibaldi. Paco Ibáñez también participó. Le gustó
el material. Espontáneamente. No había problema de nombre. Paco aparece atrás
como músico invitado. No aparece adelante. No vendíamos nombres. El día en que
grabamos también estaba Jaime Torres que estaba de paso por París. Vino al
estudio. Grabamos todo de un saque. Me acuerdo… hubo algunas fallas porque no
nos mirábamos. Cantábamos con los ojos cerrados y el flaco Sarraute, cuando
hizo los golpes[1], le salieron totalmente
desparejos y lo dejamos así, no nos dimos cuenta que estaban desparejos, y
después, veinte años más tarde, hubo músicos clásicos y contemporáneos
franceses que nos preguntaron cómo habíamos logrado eso…
Después
volvimos a Buenos Aires. Tocamos la
Cantata en un teatro del centro, en Esmeralda o Suipacha, no
sé. Cantamos la Cantata
a fines del año 1972. El día en que tocamos, estaban el pelado Ortega Peña y
Duhalde en primera fila[2]. No
había mucha gente.
-
¿Te acuerdas de las reacciones?
-
Todo era muy doloroso, muy triste, muy duro. Nos pareció que había que hacerlo.
Lo hice como músico. Al margen de mis actividades militantes. No se trataba de
hacer un acto alrededor de un hecho político. Hasta ese momento nunca lo había
hecho. Después me invitaron a actos de solidaridad, de protesta, iba. Pero ese
concierto no tenía como meta la denuncia, queríamos cantar. Yo nunca pensé en
eso, en el “porqué”: lo hicimos. No pensábamos que corríamos un riesgo. Ortega
Peña estaba ahí, había otros compañeros, estoy hablando del año 72, no del 73.
Lo de Trelew había ocurrido recién. Recién se había matado, fusilado. Pero
públicamente yo seguía cantando “Un hombre se calló la boca”, o seguía
denunciando que había dictadura y militaba en las villas, en lugares donde se
podía tocar como ciudadano y como músico ciudadano. Éramos inconcientes, no
pensábamos en el peligro. Como te decía, antes de la grabación, inmediatamente
después de los hechos de Trelew, fuimos a tocar a Rawson. Precisamente porque
se decía, había rumores de que iban a seguir matando gente. Decidimos convocar
a artistas para hacer conciertos, movilizar con las canciones a periodistas
para lograr entrar a la cárcel. Me ocupé de invitar, de la organización.
-
¿Pudieron entrar?
-
No.
-
¿Tocaron?
-
Tocamos. Venía la prensa, les decíamos que no nos dejaban entrar. Nos pidieron
que nos sacáramos la ropa, dijimos que sí, pero al final igual no quisieron
dejarnos entrar. Hacía frío. Parábamos en casa de compañeros. Tocamos la
cantata en una casa, un pequeño club. Me acuerdo que cuando tomamos el avión,
el flaco Sarraute llegó tarde, el avión ya estaba carreteando y de repente
aparece Sarraute al otro lado de la pista, venía corriendo empujando el
contrabajo, atravesando la pista y subió, no sé cómo, como si fuera un tranvía…
Después, acá no pudimos tocarla. En 1973, sí, tocábamos en los cafés-concerts,
en los teatros, fuimos a Europa y la seguimos tocando mucho tiempo.
-
¿Estuviste en contacto con los
sobrevivientes[3]?
-
Los vi en Europa. Alberto Camps vivió en mi casa. Lo preparamos cuando volvió,
con una peluca, unos bigotes, etc. Hicimos toda la preparación. Te quiero
decir, él era uno de los personajes centrales, era uno de los sobrevivientes,
nunca le pregunté lo que había pasado, cómo había ocurrido y nunca le dije que
yo había hecho la cantata. Creo que ni siquiera se la hice escuchar. Era un
compañero, vino a mi casa, colaboré, entre otros de esa manera, los compañeros
que estaban de paso se alojaban en mi casa. Nunca le dije nada, ahora que hablo
con vos me doy cuenta. No sé, era una cuestión de pudor o soy un idiota. Pero
creo que es así como las cosas fluyen por sí solas. Nunca le pregunté nada a
Alberto. Después conocí a la Berger. La
vi varias veces en París. A Haidar también. Después nada. Hablábamos de lo que
había que hacer, trabajábamos en todo momento, había una suerte de rigidez, de
solemnidad. Pero, con toda la ternura. Nunca les pregunté pero los quería. Eran
seres queridos para mí. Albertito era un tipo extraordinario. Había otras
personas. Teníamos sólo dos ambientes, no sé cómo hacíamos para dormir. Un fin
de año… yo hago de todo, pero lavar platos, no… no me gusta… Y un fin de año,
para navidad, habíamos hecho no sé qué, cerdo, o cordero, algo bien graso y
Alberto me dijo “bueno Tata, hoy te toca a vos lavar los platos”. Después, yo
era un músico que albergaba a los compañeros y una vez hubo una reunión en la
que yo no estuve y Alberto aclaró las cosas diciendo que yo no era un jetón,
que yo era un compañero, a veces te veían como un burgués que estaba ahí, ellos
venían, los perseguían, los torturaban y a veces despreciaban un poco a los que
los alojaban y Alberto los puso en carril.
-
¿Sigue vigente la cantata?
-
Para mí sí, musicalmente. Nunca fue una cosa de protesta, de denuncia, fue un
hecho real que pasó y lo hicimos aparte de la militancia. Pero la puedo cantar
de vuelta. Es muy dura pero yo la cantaría de vuelta, sí… Es una obra de arte,
como si fuese… El otro día estuve pensando en cómo podría representar el estilo
del Cuarteto, lo que sería la imagen del Cuarteto, para mí sería Goya, no
Picasso, Goya.
-
¿Como los grabados?
-
Como los grabados, o como los fusilamientos. Para mí la cantata es el
fusilamiento de la
Moncloa. Es un cuadro. Y va a durar. Se puede cantar, sí por
supuesto. Algún día la cantaré. Ojalá que pueda. Es un problema de voluntad.
-
Pero viste cuando uno hace un cuadro, la
emoción la pone una sola vez en el cuadro. Cuando uno canta o interpreta, es
como si siempre tuvieras que empezar de vuelta. ¿Qué pasa con la emoción?
-
Lo que tiene la música, a diferencia de la pintura, es que la música se puede
volver a tocar. Y nunca va a ser igual, nunca va a pasar por el mismo momento,
el tiempo ese ya pasó, el tiempo en el que vos empezás a cantar, ya pasó, ya
está, y cuando volvés a hacer la canción de vuelta, es otro tiempo que va a
pasar también. Entonces, puede ser que haya un músico que haga dos tomas de un
tema que dura tres minutos y dos segundos, las dos tomas van a durar igual,
pero entre una frase y otra hay una diferencia, nunca son iguales. Nunca se
puede cantar de la misma manera. Hay canciones que quedan, que son perecederas,
tienen una emoción especial cuando la grabaste y eso queda ahí. La volvés a
cantar y también tiene una emoción. No es la misma.
Pero
no es lo mismo volver a cantar veinte años después “niño ven acá”[4], que
volver a cantar “acaso no sigue corriendo…”. Yo pienso que lo cantaría de la
misma manera. Me lo decís ahora... Lo pienso… “Acaso no está corriendo…”. “¿Y
quién la va a velar?”. Lo diría de vuelta. Igual, sí. Y te digo más, las
canciones son raras. Yo, ahora, me apoyaría más en lo que estoy diciendo, más
que si cantara “La última curda”, por ejemplo. Yo puedo decir “contame tu
condena, decime tu fracaso”, y que pase. Pero lo de “por qué estaba triste ese
peón de ferrocarriles…” eso lo voy a decir pensando que estaba triste el peón
de ferrocarriles. En general estoy en contra de eso. Pero en la cantata es
diferente. Lo estoy reflexionando ahora. Es muy posible que lo cante, “acaso no
está corriendo la sangre de los 16 fusilados en Trelew”. Porque eso no es
solamente sonido, hay un contenido dramático muy fuerte y, por lo menos en mí,
una experiencia real, vivida, yo estuve ahí, yo vi eso, yo viví ese momento.
-
Precisamente, evocabas la experiencia, el
tiempo. ¿Qué pasa cuando una obra, como la cantata, aunque no haya sido escrita
toda en torno a Trelew, está tan connotada con un momento histórico? Todas las
letras tienen que ver con las persecuciones, la cárcel…
-
La explotación… sí.
- Es como representativo de lo que era vivir
en Argentina en esos años. ¿Cuál es
el tiempo de eso, para vos como intérprete? O sea ¿qué es lo que queda de la Cantata del Gallo Cantor?
Podría hacerte la misma pregunta sobre “Chances”...
-
Sí, la otra cantata. Cuando van pasando los años, si la obra como tal
texto-música-canto se mantiene, pienso que sí. Es como… “El aromo” de Yupanqui.
O “Sur”. “Sur” cuenta historias, cuenta un barrio, cuenta un amor, una esquina,
una calle, personajes, el herrero, cuenta paisajes en la noche, las lunas
suburbanas, el olor a alfalfa, todo eso fue real y quedó como leyenda, como
leyenda de algo que fue, y amado, y sigue siendo extraordinario y amado, porque
hoy día ves el paredón, hoy día ves “la esquina del herrero barro y pampa”, la
casa de Juana la rubia, aunque desaparezca. Siempre alguien va a decir “ahora
acá hay edificios, rascacielos y acá vivía Juana la rubia”, aunque quede abajo
de un edificio moderno. Y con la cantata va a pasar lo mismo. Para mí es una
obra de arte, poemas y música e interpretación, de algo que fue como un
paisaje, como el paisaje de “Sur”. No minimizo la masacre de Trelew, ni el
obrero triste de ferrocarril, ni la mujer que escribió la carta, una detenida,
es real esa carta[5], pero se transforma en
algo que representaba… Es un paisaje que fue verdadero, como el paisaje de
“Sur”. Lo que pasó en Trelew fue verdad, la mujer de la carta fue verdad, lo de
Marcos[6] fue
verdad, lo de los compañeros, el final en Chances,
todo eso fue verdad. “Seguí viviendo vos” fue un sentimiento verdadero, que un
compañero te diga “seguí viviendo vos” fue verdadero, existía ese sentimiento[7].
Existía, o sea que va a seguir, no se va a borrar, lo que va a quedar,
casualmente, es eso. Y va a quedar porque fue una semblanza tomada por artistas
que vivieron eso, que se emocionaron con eso, que fueron conmovidos por eso.
Es
como si tomás una foto de una inundación. Se pueden tomar muchas fotos de una
inundación. Vos podes tomar la foto cuando está subiendo el agua y llega hasta
arriba y hay un chiquito que está mirando por una ventana Y podés tomar una
foto de cuando ya se secó, está llena de cadáveres. Pero no es la misma foto,
no es que nosotros hablamos después de lo que pasó en Trelew, cien años
después: “acá hubo una matanza” y buscamos como los antropólogos, que también
es válido, y que es más difícil a lo mejor. Nosotros lo hicimos ahí, al toque y
sacamos la foto cuando el agua estaba subiendo. Y quedó.
[1]
Referencia al tema “Glorias”. Cf. Del
Gallo Cantor, 1973.
[2] Rodolfo
Ortega Peña y Eduardo L. Duhalde, abogados de los sobrevivientes de los
fusilamientos. Ortega Peña fue asesinado por la Triple A, el 31 de julio
de 1975.
[3] María
Antonia Berger, Alberto Camps, René Haidar. Ver la entrevista que realizó Paco
Urondo en la cárcel de Devoto, el 24 de mayo de 1973, la noche anterior a la
liberación de los presos políticos como consecuencia del triunfo de Héctor
Cámpora en las elecciones presidenciales. La
patria fusilada, Buenos Aires, Editorial Contrapunto, 1973.
[4] “La
casa del asiento de tortuga” (anónimo azteca). Cf. De Argentina, 1972.
[5] Cf.
Del Gallo Cantor, tema “Cartas”
(poesía de Juan Gelman) en el que figuran fragmentos de una carta escrita por
una detenida.
[6]
Marcos Osatinsky, uno de los fugados de la cárcel de Trelew, asesinado en 1975.
[7] Referencia
a la última canción de Suertes, 1977,
que da su nombre a la cantata acá mencionada y que dice “(…) los compañeros no hablan de la
suerte / apenas se despiden diciendo ‘suerte’ no a modo de hálito elefante o
certeza sino para decir ‘que sigas vivo’ o sea seguí viviendo vos” (poesía de
Juan Gelman, música de Juan Cedrón).
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